domingo, 11 de diciembre de 2011

Somos piezas


Somos piezas en una encrucijada, en un lugar infinito y mágico. No sabemos cuál es la posición que nos conviene, el movimiento que será mejor para nosotros, ni hace falta que lo sepamos, porque no dirigimos nosotros, no mandamos. Y esto salta a la vista: cuántas veces planificamos una cosa y sucede otra distinta, que es la que tenía que suceder pero nosotros lo ignorábamos. “Nunca salen las cosas como uno espera en esta vida. ¡Benditos inconvenientes!” (Miguel Márquez)

Somos piezas ignorantes del conjunto del tablero, diminutos peones que cada día se levantan en un espacio infinito y tienen un encargo que cumplir.

Si no recorremos nuestro camino, con todos sus obstáculos, la contribución que habría debido ser la nuestra, faltará eternamente.

En nuestro corazón está depositada bondad para repartir, alegría para animar, amistad para sentirnos hermanos, amor para realizarnos como personas.

Y con ese maravilloso equipamiento avanzamos en el día. Lo esencial no son nuestros quehaceres sino cómo los llevamos a cabo.

Lo importante no es nuestro cargo, desde máximo dirigente a ciudadano de a pie, sino cómo realizamos lo que tenemos entre manos, qué ponemos en ello de nuestro equipaje espiritual-corporal básico. Siempre me resisto a poner la palabra “espiritual”, porque al nombrarla parece que necesariamente tenemos que olvidarnos de lo corporal y hacer dos partes separadas e incluso enfrentadas. El espíritu aquí y la materia allá. Por eso, mejor decir: equipaje espiritual-corporal.

En cada pequeño peón se realiza plenamente la vida. Porque hay cosas que no pueden existir a medias. No se puede decir que amaneció un poco, que alguien respira un rato, o que ha amado hasta un límite.

La vida se realiza en nosotros plenamente, siempre, nos falta saberlo y disfrutarlo. La vida nos iguala a todos, es completa y perfecta, y no podemos decir aquí hay más vida y aquí menos. Nunca podremos medir la inmensidad interior de las personas y por muy obcecados que estemos, siempre hay eco en nuestros corazones de lo que sucede alrededor. Por eso, aunque nos encontremos con caras muy serias y expresiones muy cerradas, nunca enjuiciemos la interioridad de las personas porque el pozo interior siempre es ilimitado, receptivo, acogedor y libre.

Caminamos llevando semillas en gestación, que el viento ha depositado en nosotros en el momento exacto, pero eso también lo ignoramos.

No hay terrenos estériles ni baldíos, todas las siembras dan su fruto, nada se desperdicia. Todo ayuda a todo.

Lo importante en este caminar es que nuestra formación y enriquecimiento como personas vaya acompañado de una gozosa gratitud.

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