miércoles, 26 de enero de 2011

Está a nuestro favor


La Vida está a nuestro favor.

Somos olas pequeñas en un Océano-Dios. O sea, Dios es todo: lo que da sentido, lo que entrelaza los acontecimientos, lo que hace que las estrellas no choquen entre sí, lo que me hace a mí buscarle, es mi Energía y la Energía de todo lo creado. Y aún es más, porque no se agota en lo que existe.

Está tan fuera de nuestro entendimiento, que nosotros tenemos que imaginarle con rasgos humanos: de cercanía, de atención, de ayuda. Por eso decimos que nos lleva en sus manos, que nos abraza, que nos mira, que nos anima.

Se sirve de todos los seres humanos para hablarnos. Si estamos atentos vemos cómo las personas nos van dando mensajes importantes para nosotros.


Hace tres años una amiga me dijo: ¿Por qué no escribes algo para esta revista? Yo le dije que no, porque nunca había escrito nada. Me insistió, le hice caso, y ahí empecé a escribir.

Hace dos años otra amiga me dijo: ¿Por qué no pones lo que escribes en internet? A mí ni se me había pasado por la cabeza hacer un blog.

Yo no tenía ni idea de que tenía que hacer un libro, alguien me lo indicó y fue cuando publiqué Agua y Luz. ¿Seguiré publicando? Es una incógnita. Sé que me llegarán las indicaciones, en un sentido o en otro.

Esta semana me ha dicho una enfermera que tenía que caminar y hacer ejercicio, lo he tomado como una indicación de Dios, directamente.

Tantas veces me llegan sus consejos por medio de las personas de mi entorno. Podría poner montones de ejemplos: todo el cariño que recibo, todos los abrazos, las sonrisas, ya sé quién me las envía.

Cada uno puede ver en su vida cantidad de “ayudas” que normalmente atribuye a la casualidad. Pero la casualidad es siempre Dios.


Él/Ella/Ello es la roca del universo, el refugio que nunca falla, es nuestra ayuda en todo momento: porque está a nuestro favor, es nuestro aliado.

Si yo siento el amor de Dios, puedo poner los problemas en su justo sitio, aislarlos en una burbuja y aparcarlos, porque nunca me tapan lo principal, que es sentirme amada.

Porque en medio del sufrimiento, la Armonía universal es mi defensora. Siempre va a suceder lo mejor para mí.

Cualquier asunto que yo lleve entre manos, no es propiamente asunto mío sino de Dios, y tiene él infinitamente más interés que yo en que resulte bien. Experimentar eso es lo más extraordinario que hay. Porque no soy yo la protagonista principal, sino que es la Energía amorosa la que dirige y produce y protagoniza.

Así lo siento yo, pequeña manifestación de Dios, y así lo transmito a mis hermanos.

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