“Que tus pupilas se asemejen a las del ternerillo recién nacido y no te afanes en averiguar la razón de cuanto acontece” (Zhuang Zi)
El asombro, la curiosidad, la sensibilidad en los ojos de ese pequeño ternero puede ser un buen modo de vida para mí, para poder dejar a un lado todas las interpretaciones, las construcciones mentales, las corazas que he ido acumulando a lo largo del tiempo. También para sentir la increíble novedad de cada momento.
He de entrar en la sencillez de cada situación, sabiendo que todo está lleno de una preciosa armonía, la materia es perfecta, hay una belleza oculta hasta en la más mínima gota de agua o en la partícula más pequeña, y yo estoy inmersa en esa perfección que está en mí misma y en todo.
Es cierto que puedo añadir una visión negativa, que distorsione lo que hay, y empeñarme en dañar o ensuciar o empeorar lo que toco. Sin embargo, la buena noticia es que yo nunca puedo estropear nada, porque la Vida, con mayúsculas, no depende de mí, es perfecta, y además está a mi favor. Me cuida y me impulsa a caminar, siempre me va a dar lo que necesito. A mí y a todos.
Esa certeza me libera de culpas y de sufrimiento innecesario. Me quita todos los “malos rollos” que siempre están al acecho.
Dejar que la misma Vida me hable y actúe, me bendiga y me sorprenda, respetar su ritmo y ponerme a su servicio, ser su instrumento. Es un buen propósito para caminar.
1 comentario:
No depende de mi la vida, pero si como transitarla. Dios nos ha dado el don de la inteligencia.
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