Cada vez me pasa con mayor frecuencia que encuentro personas que son tesoros, quizá llevo puestas las gafas adecuadas, lo cual me alegra. Su bondad me llega, me da una sensación honda, de plenitud, me hace ver claramente para qué estoy aquí.
Esas personas me hablan de armonía y sentido, de pertenecer a una única familia humana. Demuestran valentía, que no es precisamente lo que se lleva. Son muy originales en la manera de habitar el mundo que les ha tocado. Por supuesto, no son comprendidas, porque suponen una ruptura con lo que sucede a su alrededor. No se dan cuenta de su luz, ni de su impacto en mi corazón.
Son enviadas hasta mí con un claro objetivo, poner luz en mi camino. Gracias a ellas yo también encuentro lo mejor de mí misma, me ayudan a librar mi propia batalla, siempre soñando con un mundo mejor.
El mejor regalo que yo puedo hacer al mundo es la paz del corazón. Es una paz que tengo que cuidar y alimentar cada día para no perderla ante cualquier obstáculo.
Mi campo de acción es lo que la vida me va presentando, y con eso voy creando mis días, agradeciendo, y abriendo horizontes necesarios de esperanza y de grandeza, y al mismo tiempo descubriendo el aliento divino que me sostiene.
Todos intercambiamos esos regalos interiores con los que hemos llegado hasta aquí, llevamos auténticos tesoros en nuestra persona que ignoramos que están ahí. Cuántas veces tienen que suceder situaciones difíciles para que salgan a relucir, porque de la fragilidad siempre salen cosas buenas.
Todo está bien orquestado para sacar lo mejor de nosotros mismos. Con esa confianza caminamos.
2 comentarios:
Todos intercambiamos esos regalos interiores con los que hemos llegado hasta aquí, llevamos auténticos tesoros en nuestra persona que ignoramos que están ahí
Cada vez puedo distinguir mejor a esas personas luminosas como faros que Dios pone en mi camino, para iluminar mi camino y aprender de ellas. Cada vez me siento más agradecida de tenerlas. También espero ser lucesita para quienes habitan, mi mundo. Precioso Conchi.
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