Hay un huracán imparable que llega un día y otro para mover los corazones, sacarlos de su estado adormecido y llevarlos a despertar. Es constante su empuje, su acción, que nos sorprende en cada circunstancia, en cada encuentro, en la sencillez del momento presente, también en medio de las dificultades, incluso en la misma enfermedad que siempre nos trae una mayor sensibilidad, necesaria para andar nuestros caminos interiores.
Ese mismo huracán se transforma en brisa suave y generosa para no asustarnos, para guiarnos, dulcemente. Pierde su fuerza para entrar en mí, en ti.
Nada le puede detener, nadie es superior, el mal no tiene poder sobre ese espíritu amigo, ni el tiempo se puede poner en su contra. Supera todos los obstáculos para estar a nuestro servicio. Es lo que nos hace ponernos en marcha y abrir puertas para que se propague su fuerza irresistible allá donde estemos.
Este universo que habitamos nos viene muy grande, por eso necesitamos escuchar esa brisa o esa voz, que nos llama por nuestro nombre y nos hace sentir en casa, todo resulta más acogedor y se nos van todos los miedos.
El viento amigo siempre nos trae buenas noticias, nos renueva las fuerzas y la ilusión, nos hace salir de nuestro pequeño y cerrado ego y atravesar los límites artificiales que nos habíamos creado porque nos sentíamos asustados.
Una vez escuchamos esa llamada, experimentamos un cambio de actitud y nos lanzamos a ser creadores de nuestra vida. Pasamos a ser parte de ese mismo huracán de amor tan contagioso y atrayente, siendo hermanos, enviados, facilitadores o lo que haga falta, porque la misión que se nos pide también se nos concede. Así de fácil es.
Con esa alegría de participar en el mismo proyecto universal tan sabiamente diseñado, comenzamos el nuevo curso bendiciendo y dando gracias.
1 comentario:
La fuerza que nos empuja y que nos calma según las circunstancias de la vida nos exige nos la da Dios, somos sus instrumentos, disfrutemos de ese don. Gracias Conchi.
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