No somos protagonistas en la historia de nuestra vida, el foco de atención no somos nosotros. Algo más grande está en el ambiente y en mí, es un derroche infinito de amor y de luz, es algo que nos trasciende y no podemos explicar, no nos cabe en nuestro entendimiento limitado.
Por eso, nos acercamos mejor con símbolos, con metáforas, con cuentos para niños, es decir, con la imaginación. En el evangelio se nos enseña en parábolas, y así nos aproximamos a esa sabiduría que tiene mensajes muy concretos para nosotros. Todos los personajes que salen ahí somos nosotros mismos, todas las circunstancias nos pueden pasar, todo tiene su fin en nuestro aprendizaje.
Yo puedo ser el samaritano, también el herido al borde del camino, o el que pasa de largo sin ayudar. En mí están todas las posibilidades.
También yo soy la que escucha la palabra “Sígueme”, y recibo la fuerza para ponerme en marcha. La que es animada a decir: “Hágase”. La que por “unas cuantas monedas", echa a perder lo más esencial de su vida. La que siembra a veces en terrenos pedregosos y a veces fértiles. También el Reino anunciado está en mí y en mi interior resuena la palabra “Abba”.
Como decía el poeta, se trata de “volver a hacer marchar los versículos quietos y paralíticos con el ritmo de mi corazón”. En cada uno de nosotros toma vida esa palabra pronunciada, con nuestra sangre y nuestro aliento le damos forma concreta, si no lo hacemos, sería letra muerta.
Somos esa palabra viva que renace en nosotros una y otra vez, en la medida en que estamos abiertos y receptivos. Es un cambio de mirada hacia una mayor consciencia que nos lleva al asombro y nos mantiene en búsqueda y agradecimiento.
1 comentario:
No somos los protagonista, un derroche infinito de luz y amor nos habita y hace de nosotros una palabra viva que contiene todas las posibilidades, las perfectas y las no tan perfectas. Preciosa enseñanza Conchi.
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