La vida es una aventura espiritual en la que vamos descubriendo que lo esencial no es poseer cosas sino desprendernos de ellas, dejar de depender de factores externos y aprender a buscar la felicidad en nosotros mismos y no en lo que otros nos puedan dar.
Como aventureros, la vida es apasionante, nos da mayor frescura y nos lleva a ser originales. Nos hace ser felices, tan solo con lo que somos, saboreando cada momento como un regalo.
Dice T. de Mello: “No trates de poseer cosas, porque las cosas en realidad no pueden ser poseídas. Limítate a cerciorarte de que no eres tú poseído por ellas, y serás el soberano de la creación.”
Para llegar a lo más alto hay que descender a lo más pequeño, a lo inmediato, y ser capaces de desprendernos, soltar. Nada nos pertenece, por supuesto tampoco nuestra vida. Incluso no sabemos lo que nos conviene o no, por eso mejor dedicarnos a aceptar y disfrutar de cada momento, con la certeza de que la vida conspira a nuestro favor y quiere que seamos felices.
Cuidar la espiritualidad lleva consigo un trabajo de limpieza: despojarnos de prejuicios acumulados, quitar nudos y tristezas, curar esas heridas que nos tienen bloqueados.
Cada día podemos ser nuevos, cuidando lo que es esencial para poder tener fecundos encuentros con nosotros mismos y con el destino.
El camino espiritual es el único camino, nos da una mirada contemplativa, no interesada sobre la realidad, además de hacernos tomar consciencia de nosotros mismos, y de un modo natural nos lleva a ser de otra manera, con mayor cercanía y sensibilidad, es decir, más humanos.
1 comentario:
La vida es apasionante, limpiar el alma de lo superfluo nos ayuda a vivirla intensamente.Gracias Conchi, me encanta.
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