domingo, 10 de mayo de 2020

Trabajo interior


El trabajo interior siempre es posible. También necesario. Para eso estamos aquí.

Pensamos que nacemos para ejercer cualquier profesión, o para ser madre, o para progresar en alguna materia. Sin embargo, estamos aquí para agrandar y engalanar nuestro edificio interno, tan solo viviendo y confiando en la vida, partiendo de lo que somos y lo que hacemos.

Lo único que tenemos bajo nuestro mando es la vida interior, que puede ser plena independientemente de las circunstancias más o menos favorables.

Merece la pena cuidar esa profundidad, que al final es la que nos va a hacer alcanzar la máxima dicha.

Puedes estar enfermo, o pasar por circunstancias externas muy delicadas, pero tu verdadera vida siempre la tienes por dentro y está en tu poder. Por eso, puedes cambiar malas sensaciones por buenas sensaciones, para ello hay que empezar por cambiar los pensamientos: somos lo que pensamos.

Tenemos una parte no visible, que es la fuerza de la vida que fluye a través de nosotros. Ese yo invisible es el que dirige y el que sabe, y podemos acceder a él, solo tomando conciencia de que ya está aquí, que nunca se ha ido. Somos nosotros los que andamos despistados.

Que con todo lo que nos sucede podamos construir ese precioso edificio de nuestra persona. Que sepamos aprovechar las faenas de cada día, los encargos de la vida, los minutos que se suceden, lo que en apariencia no sirve para nada.

Cuidemos ese altar personal donde celebramos lo más sagrado. Ese es un trabajo sencillo que no se pierde en teorías, sino que se practica en el pequeño detalle, y nos lleva a la gratitud del momento presente.

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