Si nos diéramos cuenta que las
piezas que movemos en el lugar que vivimos, son las que mueven el mundo entero.
Si supiéramos la importancia de cada uno de nuestros actos en la armonía
universal, estaríamos asombrados al ver cómo mejoramos el mundo desde nuestro
espacio cotidiano, desde nuestro corazón enamorado.
Una sencilla palabra de ánimo
cambia el rumbo de la vida, y cualquier expresión de gratitud conecta con esa
maravillosa energía que nos levanta por las mañanas y nos da una oportunidad de
vida en cada instante.
Todo lo podemos desde nuestro
interior habitado por quien maneja los hilos del mundo. Ese poder es prestado,
le pertenece a aquel que tiene millones de caras, de corazones, de manos y de
pies, para caminar por esta tierra. Él lleva las riendas, ahora y siempre.
Desde esa confianza se puede vivir, porque nos brota alegría y agradecimiento,
y no nos dejamos vencer por las dificultades de cada día, o por ese caos que
quiere hacerse el dueño en cada momento.
Todo suma para la paz del mundo,
cada actitud nuestra es decisiva, cada sonrisa, cada emoción, porque nunca
andamos aislados, somos un todo. Un único organismo que comparte energía, por
tanto, siempre estamos en conexión.
Sembrar unión es nuestra principal
tarea, en cualquier ámbito que nos movamos. Por eso, seamos corazones que
acogen, disculpan, consuelan, aman. Nunca rechazan, separan o condenan a la
persona.
Seamos generosos en nuestra entrega
y compromiso con todos los seres humanos, representados en aquel que tenemos
más próximo en cada momento.
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