Es difícil dar explicación sobre la
propia fe, para mí vivir de la fe significa saberme acompañada y sentir una gran
confianza. Esto ahuyenta los miedos y hace que la vida merezca ser vivida cada
día.
El destino va tejiendo con sus
manos aparentes casualidades, pero nada es azar, todo está bien dirigido.
En este gran misterio de la vida,
nuestro papel es contemplar, agradecer, y gozar, por supuesto.
Si aprendemos a disfrutar y valorar
lo que tenemos, todo cambia, porque cambia nuestro punto de vista.
Pero esa posibilidad de disfrutar
se esfuma cuando aparece la ansiedad por lo que sucederá, y el enfado o la
queja permanente, que es demasiado frecuente.
Con el paso de los años, las
convivencias no sanas y la acumulación de temores, nos van dejando un poso de
desconfianza, también unos nudos interiores que nos quitan la calma. Pacientemente,
hemos de desatarlos y así quedar libres para recibir a la alegría que ronda
nuestro corazón a toda hora.
Merece la pena luchar por lo que es
nuestro. Todo se puede conseguir. Nada hay imposible, puede ser que sí costoso,
porque todo es problema de egos, de creernos más de lo que en realidad somos,
de querer sobresalir, buscar reconocimientos. Yo, yo y yo. Nadie está libre de ello. Atendemos más a la fachada
que al interior.
Ese interior está habitado y es el
que tenemos que cuidar.
Dice Rumí:
“En
mi corazón y en mi alma, eres mi fe.
Cuando
exhalas tu aliento sobre mí,
encuentro
nueva vida.”
Esa nueva vida es el gran regalo de
la fe, que nos lleva a vivir de otra manera y a querer contagiar la alegría de
creer.
1 comentario:
Como anillo al dedo...Feliz día!
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