Llena de cielo

“La tierra está llena de cielo, y cada arbusto común arde con Dios. Y solo el que ve se quita los zapatos, el resto permanece sentado alrededor y coge moras.” (E. Barret Browning)

Quiero ser capaz de descalzarme ante la vida, de adorar cada instante, de descubrir el cielo que me habita y me hace arder en ese amor tan grande que no cabe en mi entendimiento, ni siquiera en mi imaginación. Porque yo también soy ese “arbusto común que arde” y no quiero permanecer distraída o perderme en los alrededores “cogiendo moras”.

“Estar llena de cielo”, para mí significa mucho, es lo máximo a lo que puedo aspirar, es tocar el misterio con mi persona. Es grandioso y a la vez lo más sencillo que está a mi alcance. Yo puedo convocar ese cielo, dejarle sitio con mi actitud: una aceptación y una tranquilidad absoluta, libre de todo tipo de ansiedades, es mi meta, lo que me propongo cada día.

Conforme voy consiguiendo esa actitud de aceptación y calma, mi cielo interior se hace grande, yo lo noto y lo disfruto. Pero es una batalla de cada día, por eso tengo que estar alerta.

En circunstancias difíciles, puedo ayudarme de frases, como, por ejemplo: “Puedo elegir la paz”, “Puedo elegir la calma”, “Puedo elegir amar”. A lo largo del día y en medio del tumulto de relaciones que me envuelven y conflictos que me asaltan, esas palabras, expresadas con sinceridad, me abren el camino a ese cielo, que es Dios mismo que se me revela en mi misma persona. Alcanzar esa revelación es mi anhelo cada día.

Para llegar a ese descubrimiento he nacido.