Cada vez estoy más convencida de la
sencillez de la vida, de que si nos la complicamos es porque queremos.
Cuando descubres, o aprendes, o se
te revela, el gozo de disfrutar de lo más preciado, allá donde vas llevas tu
dicha. Ya no puedes “meter la pata”, y se te acaba el orgullo y el “amor
propio”, porque no eres tú la protagonista nunca más. Además, disfrutas con las
pequeñeces de cada día, porque sabes que todo es regalo. No te importan tus
dudas ni tus dificultades, incluso las amas. Te ríes de ti misma y de tus
pretensiones y arrogancias, eres consciente de tu total ignorancia y tan solo
sabes que alguien te habita, te pone en marcha, y te da lo que necesitas, en el
momento adecuado.
Desaparece tú y que sea solo él. Pégate
y sé uno con tu Ser amado, que se manifiesta en tu misma vida, en todo lo que
te sucede, en tus seres queridos, en ti mismo. Pégate a tu vida.
Pégate a tu vida
y sonríe,
no te dejes atrapar
por momentos grises,
levanta la tapa
de tus deseos
y deja que emprendan
su nuevo vuelo.
Sigue a tu madre divina,
pégate a su sombra,
utiliza tu corazón de niño pequeño,
confía y no hagas preguntas,
suelta las ataduras
que te tienen preso.
Únete a ti mismo,
a tus perdidas batallas,
a tu caminar mágico y lento,
a la sorpresa de todos tus momentos,
y siéntete amado.
Has tenido suerte
de ser elegido
para ser humano
y besar el aire,
descubrir bellezas,
perseguir estrellas.
Pégate a tu tiempo,
a lo que te sucede,
a las mil casualidades
que te mueven,
siente dentro de ti,
agradece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario