Para amar, es
necesario amarse. Y ayudarte a ti mismo, para poder ayudar. Nadie puede dar de
lo que no tiene. El cariño que damos a otros es el que nos damos a nosotros
mismos.
Mal entendido,
quererse a uno mismo, puede significar egoísmo. Bien entendido, es esencial y
es la respuesta evidente y básica cuando nos damos cuenta del regalo de nuestra
vida, ese trocito de cielo del que estamos disfrutando ya.
Amarse para poder
amar. Bendecir la vida: la mía, la de los demás, por este orden. Mirar con ojos
compasivos: a mí, a todos, por ese orden.
Solemos ser muy duros
con nosotros mismos. “Por mi culpa”. “Lo hago todo mal”. “No lo consigo”. De
ahí viene el desánimo y también la apatía.
Quizá nos hemos
puesto unas metas que no son. “Qué tenemos que alcanzar que no poseamos ya”. Por
qué conseguir algo, si ya lo tenemos todo, si hay un Espíritu Amigo que se
encarga de nuestro sustento, nuestra formación y sanación. Ahora y siempre.
Cuándo comprenderemos
que todo es para nuestro bien y que podemos confiar. En los evangelios dice que
Jesús nos toca, si nos dejamos. Y cuando toca, cura. Cuándo seremos conscientes
de ese poder curativo a nuestro servicio.
Aprender a ser, a
vaciarnos de metas falsas, de añadidos innecesarios. Gozar y agradecer lo que
ya tenemos. Todo está bien. Con ese convencimiento, vivir.
De esta manera
podremos saborear los brotes de bondad y ternura que salen a nuestro paso,
gustar la dicha de saberse criatura amada y abrazar a todos como auténticos
hermanos.
Y ya solo tendremos
una meta: Dios en todo y en todos.
2 comentarios:
Todo es para nuestro bien. Rm 5, 28. Evangelio puro Conchi, muy acertada como siempre que escribes desde el Espíritu. Gracias
Gran lección de VIDA. GRACIAS, hormiguita.
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