“Tomar distancia del pensamiento nos
introduce en una percepción de la realidad caracterizada por la admiración, el
asombro, la contemplación, la gratitud, la gratuidad, el desapego, el amor
universal”. (E. Martínez Lozano).
Tomar
distancia de un lugar es fácil, pero no tanto de nuestros propios pensamientos,
que nos conforman y configuran, “somos lo que pensamos”.
A
veces se nos proponen las cosas como ideales a conseguir, como aquello hacia lo
que tenemos que aspirar pero que es casi imposible que lo consigamos al cien
por cien.
Descartado
que yo pueda tomar total distancia de mis pensamientos, sí que puedo lograr
inclinar la balanza a favor de los que son positivos y alegres y poner freno a
los que son nocivos para mí y para otros.
Se
trata de ganar en libertad y dejar atrás costumbres poco saludables. Se trata
de dejar un espacio cálido y amplio para mi nacimiento como persona, que tiene
lugar todos los días.
Todos
los días aprendo y doy pasos más o menos grandes hacia una mayor consciencia. También
los pequeños retrocesos sirven, todo vale en este aprendizaje.
“Él
nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas” (Is 2,3). No nos
creamos autosuficientes, Alguien ya se está encargando de nosotros, de darnos
la instrucción adecuada, y redirigirnos hacia él en todo momento y a través de
los complicados laberintos que nos montamos a diario para vivir.
Ese
Alguien, que es todo Luz y todo Amor, ya nos abraza tiernamente mientras
nosotros con nuestros cambiantes pensamientos vivimos distraídos y nos creemos
en soledad y lejanía.
Pongamos
como tarea dejar aparcados algunos momentos los tiranos pensamientos, para
adentrarnos sencillamente en el asombro de existir y en la gratitud. Eso nos
hará mucho bien.
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