Dice Marcel Lègaut: “Todos los comportamientos (palabras y gestos) que
expresan la plegaria no tienden a que Dios esté informado sino, más bien, a que
el hombre, gracias a ellos, camine hacia más ser, que es, propiamente, ponerse
en relación con Dios.”
Se trata de ser más persona y tener conciencia de ello. Por eso, no rezo
para Dios, rezo para mí. O mejor, Dios reza en mí para que yo me realice y abra
los ojos a mi Realidad que también es la suya.
Nosotros no podemos creer en nada pero el Ser sí que cree en nosotros, por
eso nos ha dado un soplo de su misma vida y nos mantiene en él. Algo quiere
para nosotros.
Nosotros hablamos con palabras y con gestos pero hay otro lenguaje que
expresa mucho más, es el del silencio y el asombro. El de ser sencillos y amar
y confiar a pesar de todo, porque lo esencial no es lo que decimos sino lo que
ya somos.
Que no se nos apague la mirada y no se nos acostumbre el corazón, para que
cada día sea el primer día y cada persona sea un encuentro con lo más sagrado.
Hago mía una oración que he escuchado hoy: “Haz de mí quien tú esperas”.
Sigo rezando para mí diciendo: que se me cierren las sendas que no me
conducen hacia el huésped que me habita y me ama con inmensa ternura. Que se me
rompa el corazón si no amo con esa misma ternura a mis hermanas y hermanos. Que
así sea.
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