Tengo pruebas del enamoramiento
divino. La principal, por supuesto, el cariño de todos los que me rodean, pero
hay otras.
Hay una tierra increíblemente
bella que me ha dado como regalo y ha puesto a mis pies. Y un horizonte
infinito para que yo recree mi mirada en él. Y un techo de estrellas de luz.
También hay una foto de manos
entrelazadas que me está diciendo que alguien “me protegerá y me defenderá
durante el camino”. ( Josué 24,17).
Y luego, innumerables y aparentes
casualidades que me indican caminos: personas, consejos, lecturas, sonrisas,
enseñanzas, paisajes.
Quien no pueda creer que a mí se
me hayan dado tantas pruebas que mire dentro de sí para ver si encuentra las
suyas. Se necesita una mirada atenta, dispuesta a descubrir aquello que no se
ve pero se manifiesta en todo cuanto sucede.
Cómo compaginar estas palabras con
los conflictos que nos amenazan cada día, porque también el dolor existe,
también la enfermedad y las injusticias, los atentados, el maltrato, el temor,
la rabia, el odio.
Pero siempre en medio de las
mayores tristezas, en nuestro interior más profundo y silencioso, resuena un
“te amo”, “estoy contigo”. Porque en el mismo sufrimiento está la sanación y el
cuidado amoroso. El más necesitado es el más favorecido, como sucede con los hijos.
El enamorado se vale de todos los
caminos para llegar al amado. Todos son válidos.
Decía S.Weil que en la alegría o
en la tristeza, lo único que importa es el contacto con Dios.
En los momentos buenos y en los no
tan buenos seguiré proclamando y agradeciendo las pruebas que se me dan de un
amor infinito.
1 comentario:
Esa foto nos dice mucho a los que te queremos, hormiguita.
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