Podemos tener múltiples miradas
sobre la realidad, que se podrían resumir en dos: una mirada sin brillo y sin
emoción, otra mirada rebosante de luz o mágica.
Entre una y otra hay una escala de
muchos matices, pero está claro cuál es la mirada que nos gustaría a todos: la
de la trascendencia, la de saber que somos llamados a la vida por amor, y somos
mimados como los bebés que son amamantados.
Y no solo llamados, también
enviados a una misión y formados desde siempre para ello. La misión de cuidar
todo nuestro mundo, de llevar la buena noticia de la bondad a nuestro entorno y
gastar ahí nuestra vida. Esto está al alcance de cualquiera, no hay que cambiar
de oficio ni de espacio físico.
Si pensamos que todo depende de
nosotros, nada es posible. Si ponemos la mirada en el Ser-que-Ama, todo se pone
en marcha de modo natural y sin darnos cuenta. “Por lo general no te das cuenta
cuán maravillosamente funciona ese gran poder: su acción es tan segura y
precisa como las matemáticas, es decir, sin el más mínimo atisbo de duda o
vacilación.” (Yoganandas, “En el santuario del alma”).
Los problemas nos visitan y los
conflictos intentan acorralarnos, pero si tenemos la mirada puesta en ese
espacio de calma que habita en nosotros, todas las dificultades se desvanecen
como humo y solo queda nuestra confianza y la alegría de estar aquí.
Esto puede sonar a utopía
imposible de conseguir, mi consejo para ti es que lo pruebes para ver que
cambiar la mirada sobre la realidad funciona y hace que te cambie también la
vida.
1 comentario:
❤️❤️❤️
Gracias mamá
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