Necesito una actitud de asombro y
respeto ante la vida. Unos ojos nuevos para ver y admirar, para no andar
dormida o distraída.
Necesito que mi mirada sea la de
una niña que descubre y se emociona. Quiero vivir en clave de amor y
reverencia.
No es tan fácil introducir este
matiz en mi jornada diaria, porque a fuerza de repetir acciones, ya no les doy
importancia, no las valoro: levantarme, comer, limpiar, organizar mis horarios.
Y al día siguiente otra vez lo mismo.
Cómo hacer para sentirme viva dentro
de la vida. Quizá entrar en la entraña de todo lo que me sucede y eso es un
aprendizaje continuado e inacabable.
El misterio vive en mí y me
acompaña, me abre el corazón en cada momento, me organiza o desorganiza la vida
convenientemente para que yo aprenda. Yo construyo mi vida en un dialogo
continuado con él, aunque ya sé que no está ahí fuera sino que está totalmente
en mí o yo totalmente en él, por decirlo de alguna manera.
Todo me sirve en el camino, todo
me lleva a tomar consciencia de él/ella. Todo es don, regalo infinito para la
pequeña criatura humana que soy. Todo es ayuda y es gracia.
Voy de la mano de mis Maestros
personales, tengo muchos, y de Espíritus buenos que me guían. Y aunque yo no me
dé cuenta, ellos me seguirán guiando, es su misión y la cumplen.
Por eso puedo entonar un canto de
bienaventuranza: Dichosos los que van necesitados por la vida, porque verán
saciada su necesidad, los que van hambrientos de amor porque se les alimentará.
Dichosos los que van sembrando
confianza a su alrededor porque ya disfrutan del mayor de los regalos: sentirse
persona humana a la vez que divina.
Dichosos todos los nacidos porque
forman parte del Misterio divino que se manifiesta en ellos.
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