Tengo algo que decir,
la vida no me tiene indiferente, tengo unas palabras que me salen como perlas,
como dardos enamorados.
Tengo unas ganas que
me impulsan a soñar y alabar, también se me han concedido unos corazones amigos
que viven conmigo, vivo en familia y en sociedad. Saboreo todos los días el
cielo azul que está sobre mí, con sus asombrosos cambios de luz y de matices.
Y bebo, a pequeños
sorbos, lo que la vida me va dando. Disfruto de una energía poderosa que
comparto con todo el universo.
Muchos tesoros tengo
depositados en mí.
Tengo cosas que decir,
repito. Tengo un mensaje para ti, hermana, hermano. Pero nadie piense que soy
responsable de lo que digo, es decir no puedo responder o dar explicaciones de
mis palabras porque yo solo soy trasmisora, pasan a través mío.
Mi mensaje es de paz y
de enhorabuena. Te felicito por estar aquí, has nacido, se te ha dado la
oportunidad de postrarte ante el misterio de la creación, de admirarte ante
todas las fuerzas que te envuelven y te empujan siempre hacia adelante, de dar
la bienvenida todos los días al sol que viene a hacer posible la vida y de
sentir dentro de ti la dicha de ser, que es infinitamente más grande que la de
poseer.
La vida es para algo,
nos quiere decir algo, y los días se nos han concedido para aprender su
significado. Desde el primer día hasta el último, aprendemos. Los días de mayor
oscuridad también sirven y son necesarios. Todo sirve a todo, porque estamos
dentro de la armonía universal, donde no hay errores ni equivocaciones.
Estamos aquí para ser
felices. Aceptemos la alegría. Ser dichosos en medio de las dificultades de la
vida, ese es el verdadero testimonio. Porque ser dichosos cuando todo va bien
no tiene ningún mérito.
En el sufrimiento, en
el fracaso, actuar como auténticos testigos de la presencia divina que nos
empuja a vivir con confianza y amor, pase lo que pase.
Si nos cerramos a la
alegría nos cerramos a Dios. Estar triste o temeroso da la medida de nuestro
egoísmo y desconfianza.
Mi mensaje es el de un
corazón enamorado, que ve los infinitos gestos de amor que la vida tiene con
todas las criaturas y que anima a los caminantes fatigados a renovar su ilusión
y su esperanza para llegar a sentir dentro de ellos la ternura de Dios.
“La alegría ha
comenzado. Tenemos que ser felices inmediatamente, absolutamente, desde ahora;
si no, no lo seremos jamás”. (Louis Evely).
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