miércoles, 8 de enero de 2014

No perder la paciencia


Hay una frase en latín que traducida dice así: “Dame paciencia y todas las cosas se solucionarán”.

Nos mata la impaciencia, lo digo por experiencia propia. No acabo de saborear ningún momento porque siempre espero algo mejor, siempre tengo mi atención puesta en otra cosa. Es decir, estoy impaciente y descentrada.

Si tengo 10 de fe, pues me gustaría tener 20. Si tengo un poco de paz, me gustaría tener el doble. No tengo paciencia para saborear lo que tengo en este momento, mi impaciencia me lleva a no ver la armonía que reina en mi vida y en todas las vidas.

Si pierdo la paciencia salgo perjudicada, en cualquier circunstancia, también en las relaciones interpersonales. El caso extremo de perderla es “estallar” en un gran enfado, una explosión de mal humor. Por si aún no lo sabe alguien, esto no sirve para nada, solo nos perjudica a nosotros mismos, sin solucionar los problemas.

Cuando tenemos una buena dosis de paciencia vemos cómo se van enderezando las cosas que estaban torcidas. Porque todo tiene su propio ritmo, su momento, su tiempo, “hay un tiempo para cada cosa”.

Tengamos paciencia con las cosas que no se solucionan como nosotros quisiéramos. Si, a pesar de toda tu buena voluntad, no puedes arreglar alguna situación, pues deja que suceda. No depende todo de ti, hay multitud de factores que están interviniendo, confía en las soluciones que la misma vida va poniendo. Espera confiadamente, pacientemente.

Si perdemos la paciencia, entonces perdemos también la calma, que es nuestro islote interior, donde guardamos todos los tesoros que se nos han regalado. Donde se nos da el don de saborear la vida y donde nace nuestra alegría. Visto así, es una catástrofe la impaciencia, porque nos aleja de nosotros mismos y nos enreda en un montón de consecuencias perjudiciales.

Pero nada se pierde, nada es definitivo, porque cada minuto que empezamos está por estrenar, y ahí podemos iniciarnos a ser pacientes, a estar serenos. Es un aprendizaje que nunca está totalmente conseguido. Es una faena que dura toda la vida. No hay que tomarlo como una carga sino como un desafío apasionante, que añade intriga y emoción, ilusión y esperanza.

La vida sucede caminando, se hace camino al andar. Y al andar, a veces vamos por caminos algo equivocados, a veces incluso retrocedemos, pero vuelvo a decir que nada se pierde, porque todo, ¡todo!, sirve para nuestro aprendizaje: las equivocaciones también.

Por eso, tengamos calma con nuestros errores, y sobre todo con los errores de los demás, que siempre estamos queriendo corregir.

Seamos tranquilos, confiados, pacientes.

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