Hay una frase en latín que traducida
dice así: “Dame paciencia y todas las cosas se solucionarán”.
Nos mata la impaciencia, lo digo por
experiencia propia. No acabo de saborear ningún momento porque siempre espero
algo mejor, siempre tengo mi atención puesta en otra cosa. Es decir, estoy
impaciente y descentrada.
Si tengo 10 de fe, pues me gustaría
tener 20. Si tengo un poco de paz, me gustaría tener el doble. No tengo
paciencia para saborear lo que tengo en este momento, mi impaciencia me lleva a
no ver la armonía que reina en mi vida y en todas las vidas.
Si pierdo la paciencia salgo
perjudicada, en cualquier circunstancia, también en las relaciones
interpersonales. El caso extremo de perderla es “estallar” en un gran enfado,
una explosión de mal humor. Por si aún no lo sabe alguien, esto no sirve para
nada, solo nos perjudica a nosotros mismos, sin solucionar los problemas.
Cuando tenemos una buena dosis de
paciencia vemos cómo se van enderezando las cosas que estaban torcidas. Porque
todo tiene su propio ritmo, su momento, su tiempo, “hay un tiempo para cada
cosa”.
Tengamos paciencia con las cosas que no
se solucionan como nosotros quisiéramos. Si, a pesar de toda tu buena voluntad,
no puedes arreglar alguna situación, pues deja que suceda. No depende todo de
ti, hay multitud de factores que están interviniendo, confía en las soluciones
que la misma vida va poniendo. Espera confiadamente, pacientemente.
Si perdemos la paciencia, entonces
perdemos también la calma, que es nuestro islote interior, donde guardamos
todos los tesoros que se nos han regalado. Donde se nos da el don de saborear
la vida y donde nace nuestra alegría. Visto así, es una catástrofe la
impaciencia, porque nos aleja de nosotros mismos y nos enreda en un montón de consecuencias
perjudiciales.
Pero nada se pierde, nada es definitivo,
porque cada minuto que empezamos está por estrenar, y ahí podemos iniciarnos a
ser pacientes, a estar serenos. Es un aprendizaje que nunca está totalmente
conseguido. Es una faena que dura toda la vida. No hay que tomarlo como una
carga sino como un desafío apasionante, que añade intriga y emoción, ilusión y
esperanza.
La vida sucede caminando, se hace camino
al andar. Y al andar, a veces vamos por caminos algo equivocados, a veces
incluso retrocedemos, pero vuelvo a decir que nada se pierde, porque todo,
¡todo!, sirve para nuestro aprendizaje: las equivocaciones también.
Por eso, tengamos calma con nuestros
errores, y sobre todo con los errores de los demás, que siempre estamos
queriendo corregir.
Seamos tranquilos, confiados, pacientes.
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