El Amor Infinito es nuestro escudo
protector, un escudo que nos colocamos para que no deje pasar las balas de las
preocupaciones que nos atacan por todas partes: trabajo, familia, relaciones
sociales.
Para que no nos derriben esas balas, tenemos
que hacer un esfuerzo continuado de consciencia de nuestra posición en ese
Amor. De esta manera experimentaremos esa protección sin límites.
Es un asunto muy serio este, que afecta
a lo que somos y hacemos y a cada momento del día. Porque somos muy frágiles y
nos hundimos al primer contratiempo. Y así no se puede vivir.
Dicen los Salmos una y otra vez: “Busco
mi refugio en el Señor”, “Él es mi escudo protector”.
Si nos situamos dentro de la grandeza de
ese Amor, vemos que es lo único real y perdurable. Y que todo lo que nos ataca
y amenaza es absolutamente pasajero y sin sentido.
No hagas caso de todos los asuntos que
intentan introducir inquietud dentro de ti y desequilibrarte. Despréndete de
tus preocupaciones, no son reales. Lo único real es el misterio de Amor en el
que has nacido, y que te sostiene y protege en cada momento de tu vida.
Todo esto quiere decir enfocar los
problemas desde la confianza en que ya se están arreglando, sin que tú tengas
que mover un dedo.
Los grandes santos dicen que los
problemas son enseñanzas para nosotros y que las crisis son para bien. Que todo
sirve a todo. Y todo son ayudas que se nos envían.
Pues veamos esas ayudas, quizá nos han
pasado desapercibidas. Si la protección divina está en mi vida, yo quiero
verla, saborearla, ya.
Lo único que tengo que tener claro es
que Dios, que es mi aliado, es más fuerte que cualquier problema. Y con eso
está todo solucionado, porque tengo como fiel Amigo al más poderoso, que además
es el más bondadoso.
A lo largo de nuestras jornadas,
encontremos momentos para situarnos en ese espacio infinito, que nos pertenece
y nos da la fuerza necesaria para vivir nuestro destino.
Se trata de elegir entre vivir como
personas permanentemente preocupadas, incluso amargadas, o vivir con la absoluta
confianza puesta en quien “en su gran
misericordia, nos trae de lo alto el sol de un nuevo día, para iluminar a los
que viven en las más profunda oscuridad, para dirigir nuestros pasos por un
camino de paz.” (Lc 1, 78-79)
No hay comentarios:
Publicar un comentario