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Es muy fácil confiar cuando todo nos va bien, cuando tenemos buen trabajo, buena salud, entramos y salimos, nos sentimos queridos y respetados. Es fácil creer que hay un Dios cuando la vida nos sonríe.
Pero sucede que la vida va cambiando sin cesar y pasamos, sin darnos cuenta, de las sonrisas a las malas caras. Entonces ya no creemos en nada. Porque estamos enfermos, nosotros o algún familiar, porque el hijo se quedó sin trabajo, los amigos me han olvidado, estoy viejo y mi familia no viene a verme. Cuando nos vence la rutina y el pesimismo.
Es ahí donde la confianza cobra todo su sentido. Somos como naves cargadas de tesoros y es precisamente con mal tiempo y mar revuelta cuando se ve nuestra resistencia, estabilidad y buen hacer con el manejo del timón.
Mejor no perder la calma, conservar la serenidad ante las mayores tormentas porque la vida sigue su curso y, también sin darnos cuenta, pasamos de los malos a los buenos momentos.
El tesoro más grande que tenemos en nuestra nave es el de la confianza. Cuidémoslo.
1Pedro 1, 7: “Vuestra fe es como el oro, su calidad debe ser probada por medio del fuego. La fe que resiste la prueba vale mucho más que el oro, el cual se puede destruir.”
Es ahí donde la confianza cobra todo su sentido. Somos como naves cargadas de tesoros y es precisamente con mal tiempo y mar revuelta cuando se ve nuestra resistencia, estabilidad y buen hacer con el manejo del timón.
Mejor no perder la calma, conservar la serenidad ante las mayores tormentas porque la vida sigue su curso y, también sin darnos cuenta, pasamos de los malos a los buenos momentos.
El tesoro más grande que tenemos en nuestra nave es el de la confianza. Cuidémoslo.
1Pedro 1, 7: “Vuestra fe es como el oro, su calidad debe ser probada por medio del fuego. La fe que resiste la prueba vale mucho más que el oro, el cual se puede destruir.”
1 comentario:
¡Cuánta razón tienes, hormiguita!
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