Mi morada interior es mi estancia sagrada, donde habito, anhelo, lanzo preguntas, busco, alabo, sueño.
En esta cámara particular yo vivo, nunca sola. Observo la vida que habita en mí, me fijo en los pequeños detalles, educo mi atención siempre dispersa, centro mi mirada. Porque quiero saborear momentos y también aprender las enseñanzas a mí destinadas.
Yo no sé el por qué o el para qué de todo lo que me sucede, voy a ciegas por la vida. Por eso, porque todo lo ignoro, necesito confiar, como el niño pequeño confía en su madre. La confianza es una necesidad, sin ella no puedo, no se puede, vivir de verdad.
También, gracias a esta morada, participo en la creación de mis días, a cada situación le añado el matiz que quiero darle para que los acontecimientos no manden sobre mí. Aprendo a tener libertad para elegir cómo me siento. Para ello se requiere un trabajo de amor y respeto a la vida. El requisito previo será la aceptación de la realidad, que siempre lleva a la paz interior.
Mantengo un diálogo interno enriquecedor, por supuesto siempre en positivo. Abrazo todo lo que viene hasta mí para enseñarme, lo valoro y subrayo, le doy la bienvenida, lo incorporo a mi camino para que me ilumine los pasos.
Todo esto es un camino a recorrer, no siempre en línea recta. Y no estará acabado hasta mi último aliento. Por eso, mi ocupación diaria y mi único objetivo será cuidar mi morada interior hasta el final de mis días

1 comentario:
Mi morada interior estará en construcción hasta mi último aliento, es donde vivo y recobro fuerzas para el camino.
Que enseñanza preciosa Conchi.
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