Vamos por la vida con gesto de crispación,
malhumorados, con prisa y muchos proyectos.
No acertamos a encontrar el camino que nos lleva a
nuestro reino de paz, nuestro cielo que siempre nos acompaña.
Se acerca el final de nuestros días, siempre se
acerca, y no hemos vivido a tope. Confundimos la plenitud con poseer cosas, con
tener éxito y conseguir la aprobación de los demás.
Continuamente vemos gente enfadada, como si el
enfado solucionase algún problema. Es más bien al contrario: todo lo complica.
Que hay situaciones difíciles, no lo dudo, pero
nunca se solucionarán con la reacción airada y el grito. Lo que pasa es que
tenemos muchas ataduras emocionales y es difícil desenredar la madeja que nos
aprisiona.
Se trata de hacer todo lo posible por solucionar
cosas y después soltar, no quedarnos tensos por lo que sucederá. Siempre
tenemos que salvar nuestra ilusión, nuestra esperanza. Si vivimos bajo el peso
de las preocupaciones… no vivimos realmente.
En este momento, en este día, en este nuevo año,
puede ser un buen propósito conquistar nuestra calma. Para ello tenemos que
mimarnos a nosotros mismos y darnos ese calorcito de cariño y aceptación que
nos hace sentirnos realmente bien. Alejarnos de todas las culpabilidades que nos
oprimen el corazón y, sencillamente, reír, porque todo está bien y vamos por
buen camino.
No estamos solos, no hemos sido abandonados en
tierra extraña. Somos seres únicos, maravillosos, con toda la ayuda del
universo a nuestro servicio.
Así lo debemos creer porque con la actitud positiva
atraemos todo lo bueno, esto hay que comprobarlo con la práctica para ver que
es cierto.
Dice San Ignacio: “Actúa como si todo dependiera de
ti, confía como si todo dependiera de Dios”.
Creo que Dios es ese universo amigo que nos hace
continuas llamadas a vivir de verdad. Es hora de que escuchemos su voz.
2 comentarios:
Actúa y confía
Gracias mamá. Trataré de ponérmelo como objetivo, conquistar la calma.
Te quiero.
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