domingo, 11 de marzo de 2018

Gestionar


Saber gestionar la vida, las emociones, los éxitos y fracasos. La gestión, más o menos afortunada, marca la diferencia de nuestra andadura particular.
Gestionar para que, en cualquier circunstancia, nos llegue la paz del mundo y se llenen nuestros pulmones de las corrientes bienhechoras que a nuestro lado pasan.
Una oración es una buena gestión, también un baile, un abrazo, un encuentro alegre, una comida sana, un paseo. Lo principal siempre es nuestra buena intención. La consecuencia natural de este buen hacer será un mundo más habitable y más humano.
Las tensiones, los malos hábitos, las contaminaciones de todo tipo, parece que se ponen de acuerdo para desestabilizar nuestro interior. Para hacer frente a esto, se nos ha dado el poder de organizar nuestras fuerzas en favor de la armonía: esta podría ser una definición de gestión.
Si para resolver nuestros fallos y problemas nos centramos en ellos y los repensamos una y otra vez, puede ser que jamás veamos una salida. Dice F. Jalics: “Es como aquel que se encuentra a oscuras en una habitación y golpea a diestro y siniestro con un garrote para desvanecer la oscuridad, en lugar de encender una luz. Esa luz es Cristo. No hay más que ponerse en comunicación con él”.
Encender esa luz es la mejor gestión que podemos hacer, porque nos ilumina y nos trae paz.
No hagamos recuento de los problemas que tenemos, ni nos detengamos en lo que nos sale mal, de esta manera no avanzaremos. No nos quedemos en la lamentación continua. Miremos hacia lo más alto, que coincide con lo más hondo. Y vivamos confiando en ese Cristo que ha venido para quedarse con nosotros y actúa siempre que nos abandonamos a él.

2 comentarios:

Fr. Simón dijo...

Cristo actúa siempre que nos abandonamos a Él. Eso es fe

Anónimo dijo...

Gracias, hormiguita.

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