Adviento significa
“venida”. Preparar una llegada. Y eso supone una actitud de espera. Pero puede
ser que nosotros ya no esperemos nada porque ya nos hemos acomodado a lo que
tenemos: el trabajo, la familia, las relaciones sociales. Estamos cómodos y “somos
presa fácil de adormecimiento”.
Para esperar algo, mi
corazón, es decir, el centro de mi existencia tiene que estar en movimiento, en
ebullición, en búsqueda ilusionada y esperanzada.
Tengo que ir
cambiando mis muebles interiores de sitio para hacer hueco a todo lo que esté
por llegar, a ver si voy a tener muchos trastos acumulados, y ya no me cabe lo
nuevo, la sorpresa de un nacimiento que se produce todos los días, aunque lo
celebremos especialmente en Navidad.
Si realmente estoy en
espera, vigilo. Porque no quiero que el nacimiento de un niño divino que viene
a visitarme me pase desapercibido sin que yo lo saboree como el gran regalo de
mi vida. Ese que me transforma en una persona nueva, y me hace vivir de otra
manera.
Para esa venida me
preparo con lo mejor de mi persona, y no me olvido de abrazar toda mi
debilidad, la que me hace plenamente humana. Sin culpabilidades, sin falsos
discursos me sitúo con mis éxitos y con mis trapos sucios a la espera.
Y disfruto con lo que
sé que será una gozada de encuentro, porque ya tengo pequeños anticipos que me
dejan muy buen sabor de boca.
Y ese es el resumen
de mi vida, quizá de todas, el de la espera y el encuentro, la promesa y el
anticipo, los cachitos de alegría y la dicha infinita que mi corazón presiente.
Dice F. Cordero que “Adviento es un camino hacia la sencillez.
El sencillo es el que disfruta de la vida como don recibido de Dios. Brota
continuamente en su interior una acción de gracias por cuanto acontece en su
existencia y se maravilla ante cuanto le rodea. Es capaz de ver nuevas las
cosas, de entusiasmarse, de agradecer”.
Ese camino es el que
me atrae, no el de las complicaciones que me desorientan y no me dejan ver lo
principal.
Disfrutar, maravillarme,
agradecer. Es todo un programa de vida, ilusionante y lleno de frescura.
Invito a compartir
este mismo camino, a unirnos y apasionarnos sin remedio, para que nuestra
espera sea activa, y tengamos una decisión firme, una actitud confiada, y una
alegría contagiosa.
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