El Creador solo nos
pide un poco de confianza, nada más, y que nos llevemos bien entre nosotros.
Exactamente lo mismo que nosotros le pedimos a nuestros hijos pequeños. Por eso
la palabra de los humanos que más se le ajusta para nombrarle es la de “Padre”
o “Madre”.
El niño pequeño
confía porque sabe que su papá y su mamá le quieren y él siente ese amor, sin
necesidad de teorías o explicaciones científicas, solo con gestos, caricias,
acercamiento, miradas, palabras de ánimo, abrazos. Si un bebé no recibe ese
cariño, no le miman ni le tocan, no puede llegar a desarrollarse como ser
humano.
Esa es la clave:
saberse amado, mimado, animado, acompañado. También la clave en la relación con
nuestro Dios Abbá (Papá o Mamá).
El cariño de Mamá-Dios
nos envuelve, nos impulsa, nos penetra. Aunque no lleguemos nunca a nombrarle
ni a pensar en su existencia, no deja de arroparnos en su ternura jamás. Porque
es una Mamá-Amor y “en ella vivimos, nos movemos y existimos”.
Abandonemos todas las
preocupaciones innecesarias, porque si realmente confiamos no tenemos por qué
preocuparnos. “El abandono del que vive
la fe contrasta con la vida esencialmente preocupada del común de los humanos,
siempre en vilo por la inseguridad ante el futuro”. (Isaac Riera).
Sí, realmente hay dos
caminos: el de la confianza y el del agobio y a lo largo de la vida vamos
tomando uno u otro. O puede ser que solo conozcamos el camino del miedo,
conviene estrenar también el de la confianza, que es el que nos va a hacer
sentir bien. Porque el que vive agobiado y tenso termina por contagiar su
tensión.
Por supuesto también
podemos contagiar la actitud confiada. Avivemos ese calorcito interno que da la
confianza, contagiemos a los que nos rodean con nuestra actitud y dejemos sobre
nuestra tierra palabras agradecidas y encendidas.
De eso se trata, de
encender nuestros rincones con la luz que da la fe. San Agustín dice: “Solo puede encender a los demás quien tiene
dentro fuego”. La fe es ese fuego que ilumina oscuridades y da decisión en
medio de nuestros desiertos interiores, además nos irá descubriendo mensajes
destinados a nosotros que de otro modo no hubiéramos visto.
Hay que estar en otra
onda para ser realmente felices, es esa otra orilla que siempre nos acompaña.
Un poco de confianza es el primer paso para llegar a ella.
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