Somos mucho más de lo
que nos muestra el ojo humano. Todo funciona por energía en movimiento,
paquetes de energía que nos llegan y que enviamos. Ni nos imaginamos el alcance
de nuestros pensamientos y de nuestras acciones y decisiones. Es grande nuestro
poder pero no lo sabemos y no lo utilizamos.
Si nos creyéramos que
nuestra buena intención llega inmediatamente a su destino sembraríamos el mundo
de buenos deseos. Y desactivaríamos los conflictos tan solo con nuestro corazón
enamorado. Así de poderosos somos.
Por eso tenemos que
creer en la oración, de palabra, de silencio y de intención. Nuestros envíos
compasivos dan fuerza a este mundo, siembran esperanzas en medio de los más
áridos desiertos, hacen florecer sonrisas a pesar de las tragedias.
La oración de palabra
es la que mejor nos sabemos y es necesaria porque necesitamos verbalizar todo
lo que llevamos por dentro y comunicarlo, así lo hacen los buenos amigos. En la
de silencio, concentramos nuestra intención amorosa en momentos íntimos de
soledad, en los que estamos en conexión consciente y agradecida con la vida que
somos.
Aunque no hagamos
oración de palabra o de silencio, nuestra vida puede que sea una búsqueda de la
verdad, de la justicia, en nuestros círculos de acción cotidianos. Esa buena
intención puesta en todo lo que hacemos es una oración muy profunda porque está
hecha de lo mejor de nosotros mismos y hace que lo demos todo en aquello que la
vida nos pone delante. Eso es asumir el riesgo de ser persona y caminar hacia
adelante con todas nuestras contradicciones.
Lo vemos claramente
cuando decimos: “esa persona es buena” Sabemos que todo aquello que haga será
buscando el bien de los demás. Y no dudamos de que de esa persona nos podemos
fiar. Dice Tito Livio que “generalmente nos ganamos la confianza de aquellos en
quienes ponemos la nuestra”. Es una gozada conocer personas así, ellas no se
dan cuenta pero irradian una preciosa energía que contagia y da paz.
La vida de todas las
personas es una manifestación única del mismo Amor, en quien ponemos nuestra
confianza.
Ese Amor compasivo y
generoso anida en todos los corazones, y lo podemos ver si no le ponemos
impedimentos.
Dice Isaías: “Los que confían en el Señor tendrán siempre
nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas, podrán correr sin cansarse y
caminar sin fatigarse”.
Que la energía en
movimiento que somos nosotros esté repleta de confianza y buen hacer en favor
de todos los necesitados de este mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario