El
egocentrismo es una piedra dura y molesta en nosotros que nos impide disfrutar
del sabor auténtico de la vida. Esa piedra la podemos ir deshaciendo a fuerza
de humildad, apertura, generosidad y ternura.
Siendo
egoístas nos sentimos aparentemente cómodos porque damos prioridad a nuestro
ego y somos protagonistas. Pero ese ser egoísta al que servimos, cada vez se
vuelve más tirano, más absorbente y nos aleja de la sencillez y el
desprendimiento.
Ser
egoísta es vivir en tinieblas. “No viváis, hermanos, en tinieblas, todos
sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las
tinieblas”. (1Ts 5, 4-5).
Lo
principal es estar en paz con el mundo y conmigo mismo y si para eso me tengo
que colocar yo en último lugar, pues hacerlo.
Yo
no soy la medida de todas las cosas, tengo unos condicionamientos que me hacen
ser como soy, y otra persona tiene otros, pero desde todas nuestras diferencias
podemos sentirnos en el mismo barco, con la misma meta. Y saber que caminos
diferentes llevan a un mismo destino: el de la realización personal, que es
también el encuentro con Aquel que nos ama, le pongamos nombre o no.
Nuestro
camino es ir despojándonos de impedimentos, de aprendizajes inamovibles, de
actitudes egocéntricas que son losas pesadas, para llegar a nuestra propia
liberación: sentir en lo hondo que somos libres y elegir ser felices.
Porque
también podemos elegir el sufrimiento, siempre encontramos excusas para sufrir.
Está muy de moda quejarse y ver los aspectos negativos de todas las cosas,
también ponerse a uno mismo en primer lugar, en un nivel superior, porque
aunque no lo exprese así abiertamente: “yo siempre tengo la razón”.
Dice
Madre Teresa: “La raíz de todos los males
es el egoísmo”.
El
egoísmo nos impide ponernos en el lugar del otro y actuar de corazón a corazón.
Nos hace anteponer nuestros intereses por encima de todo, con argumentos artificiales
y falsos, con lo que nos alejamos de las relaciones afectuosas y compasivas.
La
vida es muchísimo más sencilla de lo que aparenta. El egoísmo nos impide ver
con claridad y disfrutar de esa sencillez. Nos dificulta nuestra unión con
todas las cosas y nos enfrenta al mundo.
No
tenemos que olvidar que solo cuando somos unión y armonía somos felices.
Busquemos siempre nuestro equilibrio intrapersonal e interpersonal y librémonos
del egocentrismo.
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