domingo, 30 de noviembre de 2014

Hay un rio de vida



Walt Witman: “No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas”.
Es una paradoja que siempre nos es difícil ver lo esencial aunque realmente es lo que tenemos más a mano. Nos queremos situar en un punto que está alejado de donde estamos, tenemos que dar unos pasos, llegar a, la meta siempre la situamos fuera.
Pero adonde tenemos que llegar ya hemos llegado, porque lo más grande, lo más bueno, ya lo tenemos de fábrica. Realmente nos hemos complicado la vida.
Lo esencial sencillamente es vivir. Cuando sientes que estás conectado con la vida y lo sientes como regalo, te sale la gratitud y la alabanza. Y eso es la vida auténtica.
Hay un rio de vida del que formo parte, que está caracterizado por la bondad, la belleza y la paz.
Dos veces nacemos, en el parto y en la consciencia o despertar a nuestra realidad. Este segundo nacimiento es decisivo. Nos hace contempladores o contemplativos. Es el inicio de la lucidez y el asombro, la confianza y el agradecimiento.
Precisamente la espiritualidad significa renacer a la sencillez de la vida, Nos hemos cargado de complicaciones y de esfuerzos añadidos para conseguir metas siempre lejanas. Pero nuestro ser profundo lo llevamos con nosotros y es el camino de la interioridad y la calma el que nos abre sus puertas. Es la reflexión íntima y confiada la que nos hace ver esa estancia llena de tesoros que siempre había permanecido ahí.
Con el nerviosismo que nos atenaza continuamente, tanto en nuestras relaciones como en nuestras actividades, no llegamos a ningún sitio. Cuántas veces he oído decir “es que con mis hijos es con quienes más me enfado”. La vía del enfado y el estar alterados en nuestras relaciones más cercanas no conduce a buen puerto. Precisamente ahí es donde más necesitamos calma, diálogo, escucha, y yo añadiría: buen humor.
Si nos alteramos y nos domina la inquietud, nos perdemos la vida, cortamos el acceso a la lluvia de bendiciones que acompaña a un corazón en calma.
El río de la paz pasa por mi mismo centro, de él tengo que beber y en él sumergirme, para vivir, sencillamente. Todo lo que no sea eso es perderse algo importante, algo que nos pertenece y solo percibimos si fijamos en ello nuestra atención.
Como dice la cita del poeta, no permitamos que la vida pase sin que la vivamos, abandonemos todos nuestros miedos y dejémonos ilusionar por ese río de vida cuya fuerza es inmensa, imparable, amorosa.

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