CONFIAR

 Todos necesitamos sentirnos amados: una palabra de ánimo, una mirada amiga, un ambiente de acogida, porque somos muy vulnerables y vemos que nuestro mundo interior se puede tambalear con el primer viento en contra. Esto hace que queramos estar siempre a salvo, seguros, nos cuesta mucho aceptar las crisis y las contrariedades.

Cada uno se busca seguridades, protege su terreno, pone separación, una oportuna barrera entre él y los demás. En todo, queremos dar una imagen de máxima seguridad, a veces de superioridad.

Lo que nos cuesta mucho comprender es que todo sirve, todo ayuda y construye, porque las cosas no son lineales sino que hay curvas y baches, senderos escarpados y desánimos. No hay que desperdiciar nada de lo que nos sucede, todo construye, cuando sabemos verlo como oportunidad y punto de partida.

Tengo una amiga que dice ante cualquier dificultad: “Esto no puede conmigo, esto no se apodera de mí”. Eso es usar su fuerza interna de un modo constructivo. El uso que le damos a esa preciosa energía que circula a través de nosotros, eso es lo que nos hace únicos: humanos y a la vez divinos. “Un encanto”, como decía la poetisa W. Szymborska, “en el abrir y cerrar de ojos de una pequeña galaxia”, y siempre preguntando el “porqué” de cada cosa y pidiendo explicaciones.

Ahí estamos, pretendiendo comprender el enigma de la vida, y tropezando con todo y con nosotros mismos, hasta que aceptamos que la ignorancia es nuestra esencia y que el sufrimiento forma parte de la vida. Así hemos sido creados. 

Vamos alcanzando la madurez cuando somos capaces de rendirnos, diciendo con las palabras de Foucauld: “Padre, haz de mí lo que quieras, lo que hagas de mí te lo agradezco”. 

Eso se llama CONFIAR.