Servir a los demás por amor es una buena meta, una magnífica opción de vida que nos conduce a la plenitud del ser humano.
Es un gran testimonio cuando vemos que este servicio se hace de un modo natural, sin pretensiones. Con total humildad y disponibilidad.
Normalmente actuamos para conseguir algo, con algún propósito que nos aproveche y nos sirva. Esto no es hacer las cosas gratis sino con una intención. Sin embargo, el amor, el de verdad, es gratis y desinteresado. Hay que aclarar que todo lo que llamamos amor, no es amor. Porque el amor no pone condiciones ni barreras. Podríamos expresarlo así: “Yo te amo porque sí, porque soy amor y tú también lo eres.”
Todo requiere un aprendizaje, también el actuar desinteresadamente, no dependiendo de “lo que se lleve” o de otros puntos de vista.
Las grandes palabras, como “servicio”, “amistad”, son acciones que se ejecutan en lo pequeño, en los detalles, porque la vida se vive pasito a pasito, precisamente en la inmediatez del momento presente.
Servir sin esperar recompensa. Sin adjudicarnos méritos, justamente porque es lo que es natural que hagamos.
Si nuestro único empeño fuera apostar por la confianza, la paz y el amor, solo entonces llegaríamos con un sencillo paso a esa tierra prometida y tantas veces anunciada, que es nuestro verdadero hogar y está en el mismo sitio que habitamos.
Nos hemos dividido entre creyentes y no creyentes, de una patria o de otra, de tradiciones opuestas, de posturas enfrentadas. Todo es división, ese es el mayor error.
Somos unión, porque Dios es unión y es amor incondicional.
1 comentario:
Somos unión. Pero hay que labrarla. Tarea no fácil
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