domingo, 11 de noviembre de 2018

Libertad interior


Hay una bendición franciscana que comienza así: “Que Dios te bendiga con la incomodidad…” Parece increíble desearle eso a alguien, pero lo cierto es que no nos conviene estar demasiado cómodos, instalados en la zona de confort, sino en la inseguridad y la inquietud, que nos impulsa a ponernos en marcha cada día para buscar nuestro verdadero hogar.

Me sucede a menudo que son tantos los momentos entrañables a lo largo de la vida, las emociones compartidas con los más cercanos, los gratos recuerdos, que todo se une, dentro de mí, en un canto de amor y agradecimiento. Eso no quiere decir que no haya habido en algún momento conflictos o sufrimientos, pero eso también forma parte de la vida, no hay día sin noche, ni sombra sin luz.

Me gusta mucho cuando Rumí dice que el ser humano es una casa donde van llegando diferentes huéspedes, desde alegrías a tristezas, maldades y también pensamientos oscuros. Tenemos que dar la bienvenida a todos: “Recíbelos en la puerta riendo e invítalos a entrar, han sido enviados como guías del más allá.”

Eso es muy fuerte, como se dice ahora. Lo que en principio tendemos a rechazar como obstáculos, hay que abrazarlo y darle nuestra acogida cariñosa, como un regalo más que llega de parte de nuestro cielo protector. Tenemos tanto que desmontar y que desaprender, tantas ideas erróneas en la búsqueda de una falsa felicidad y un falso paraíso.

Nuestro único propósito, certeramente expresado en palabras de Martínez Lázaro debe ser: “Quiere lo que la vida quiere. Esa es la libertad interior”.

Preciosa libertad interior que siempre nos abre espacios de aceptación, entrega y amor.

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