domingo, 9 de septiembre de 2018

Esa dimensión


Hay una dimensión nuestra que está por encima de la materia y de lo visible. Esa dimensión tenemos que cuidarla, mimarla, abonarla, dejarle un sitio privilegiado en nuestra cotidianidad.

No podemos abandonarla en el rincón oscuro de las cosas pendientes, porque es la que nos da el motivo para vivir, el porqué y el paraqué, y además porque la vida se vive en el ahora.

Esa dimensión, nos define como humanos y nos da la satisfacción mayor que podemos alcanzar: sentir amor, agradecimiento, esperanza, compasión, alegría, confianza, paz.

Lo que nos pasa es que a veces caemos en el pozo de la sequedad y el adormecimiento o nos estancamos en la indiferencia, y ahí nos quedamos.

La vida no es lineal, va de un lado a otro, es de vaivenes en los que pasamos por distintas fases: de estar distraídos a maravillarnos ante cada detalle y ante tanta belleza.

Seguramente todo es necesario, todo sirve a todo. Somos guiados en este mundo divino, descubrirlo es entrar en el terreno de la íntima alegría. Dice Oseas que “el Señor nos hiere y nos sana”. Todo está en sus manos.

Comienzan a suceder milagros cuando nos abandonamos, cuando soltamos las riendas de nuestra vida, que tan fuertemente apretamos, y aprendemos a confiar ciegamente.

Cuidar esa dimensión humana que engloba nuestro ser y todas nuestras acciones, es vital para alcanzar el cielo que nos acompaña y nos abre sus puertas cada vez que fijamos nuestra mirada en él.

Requisito imprescindible en este proceso: dejar las quejas, entonar alabanzas y reír.

2 comentarios:

Fr. Simón dijo...

Dejar quejas, reír y alabar. Bravo

Unknown dijo...

Maria Cardo 28/09
Sobre todo abandonarnos con confianza. Gracias

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