domingo, 8 de julio de 2018

Bendita fragilidad


La conciencia de nuestra fragilidad va íntimamente unida a la certeza de la misericordia de Dios.

Esa misericordia es como una lluvia que empapa todos los corazones humanos, día tras día, y que no depende de los méritos de cada uno, ni siquiera de nuestras peticiones. Una amiga me decía: “A Dios hay que pedirle, para que nos dé.”  No estoy de acuerdo. Comparándolo con nuestro comportamiento, el hijo necesitado no tiene que pedir ayuda a la madre o el padre, porque estos ya se vuelcan con él, saben de sus necesidades, de su fragilidad. Todos nosotros somos ese mismo hijo necesitado, para Dios. Además, somos tan ignorantes, que nunca sabemos lo que nos conviene. Pedimos salud, pero quizá nos conviene enfermedad, pedimos éxito, logros, bienestar. Y qué sabemos en cada momento lo que es mejor para nosotros.

La aceptación de mi propia fragilidad es muy importante. Saberme limitada, imperfecta, inestable, insegura, temerosa, egocéntrica. Y como colofón a todo lo dicho: no querer que se me note. Prefiero pasar por alguien que tiene seguridad en sus decisiones y capacidad en todo lo que hace.

Cuando tengo conciencia de mi pequeñez, me puedo unir de corazón a todos los que caminan a mi lado, que están hechos del mismo barro que yo.

Bendita fragilidad e inseguridad que me orienta la mirada hacia la única luz que nunca se apaga. En medio de dificultades y tormentas, esa luz guía mi barca personal y mantiene mi esperanza a flote.

Eso es lo más grande que me puede suceder aquí, en esta preciosa tierra.

1 comentario:

Unknown dijo...

"Pedid y se os dará". Yo creo q si q hay q pedir a Dios, aunque Él sepa mejor q nosotros lo q nos conviene, pero como dice J. A. Garcia Monge, al ponernos frente a Dios mediante la oración de petición ponemos en marcha una fe q se realiza por el Amor.

Convertirse

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