domingo, 10 de diciembre de 2017

Flores de paz

Cómo hacer hormiguear la vida dentro de mis venas, cómo empaparme de la belleza de todo lo creado, cómo enterarme de que no soy esclava sino libre, cómo contagiar esperanza a mi mundo.
El pozo profundo que me acompaña a todas partes es una ventana al infinito amoroso. Mi propia vida es la puerta, la única oportunidad que tengo de contemplar esa maravilla y agradecer. Qué hacer para ser consciente del privilegio de estar aquí.
Acompañada de estrellas, de espacios grandiosos y milagros cotidianos, anclada en esta tierra llena de contrastes y oscuridades, busco y anhelo la seguridad de una luz que sé que habita en mí.
Mi ego me juega malas pasadas, me hace ver cosas que no son y enfrentarme al mundo con mi raquítica medida. Me quiere obligar a “construir sobre arena”. Me hace creer que no puedo, que no he llegado, que es difícil. Pero ese juego de poder y no poder también es la vida. Y yo acepto las reglas del juego. Porque amo la vida y mi camino para estar despierta pasa por esas dificultades naturales. Todo me hace falta.
Decía Bodhidharma: “El lugar por donde se camina, donde estoy tumbado, donde estoy sentado, donde estoy de pie…  es el lugar del despertar. Levantar el pie o agacharse es el lugar del despertar”.
Necesito apoyarme en lo esencial, es decir “construir sobre roca”. Para ello recojo las bendiciones que me llegan y camino con la confianza puesta en quien me ama y vigila mis pasos y hasta mis cabellos.

Quiero para mí la inocencia y la mirada asombrada de los niños, ese será mi punto de partida y de llegada, para disfrutar de las pequeñas flores de paz que caen como lluvia sobre mí en cada momento.

1 comentario:

Fr. Simón dijo...

Después del dormir y soñar, está li que más importa: despertar. A. Machado

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