Nada es duradero. Lo que nos atormenta y preocupa no existirá en un futuro,
como ha dejado de existir lo que preocupaba a nuestros antepasados. Todo pasa.
Lo único que permanece es el Dios-Enamorado-y-Eterno. Puesto que somos su manifestación,
seamos también sus amigos.
A menudo los días y las noches se nos van sumidos en angustias por cosas
que nos suceden, que nos ocupan la mente y no nos dejan ver más allá ni
disfrutar. Hay asuntos que se convierten en verdaderas obsesiones, y se empeñan
en quitarnos la alegría de haber llegado hasta aquí, de haber sido pensados y
diseñados en la misma mente de Dios, lo cual es muy bonito. No es accesorio ni
banal, es el fundamento de nuestra vida.
Siempre y en cada momento se nos prueba la confianza en ese Ser-Enamorado,
que es el manantial inagotable del que estamos brotando. Démosle un papel
protagonista, de Padre, de Madre, de Amigo íntimo, de Hermano querido. No es un
extraño, ni está alejado.
No pelearé con la vida, no me rebelaré, sencillamente dejaré que las cosas
ocurran, sabiendo que “también esto pasará” y que la victoria es segura.
Hablaré con mi Amigo, en lo íntimo, me pondré a su servicio, me reiré de mí
misma y de mi pretensión de llevar yo las riendas, cosa imposible.
Es una gozada vivir, una delicia amar a los seres queridos, una fortuna
sentirse acompañado por los que han partido, un lujo ser un pensamiento en la
mente divina y una palabra en sus labios.
Todo esto es impresionante, es lo más grande que nos sucede, que no nos
tapen esta grandeza las pequeñeces y los egoísmos del día a día.
El centro no somos nosotros. Hay todo un mundo de belleza por descubrir de
la mano de nuestro Amigo.
2 comentarios:
Cómo siempre, cierto. Una preciosidad. Y lo más bonito es que lo que dices es verdad.
Gracias mamá.
Te quiero.
El centro no somos nosotros
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