Cuando la perfección existe y nos envuelve y nos habita, poco importa que
todos nosotros seamos imperfectos. Nos hemos puesto a nosotros mismos de
protagonistas, cuando solo hay un protagonista que es el Amor infinito que ama
a sus criaturas.
Todo cambia según dónde pongamos nuestro foco de atención. Pretendemos ser
pequeños dioses quejumbrosos y rebeldes a la vez, y así nos va.
Empezamos por no aceptar nuestro destino, siempre queremos otra cosa, algo
que no tenemos, no nos conformamos con nuestras limitaciones.
Cuando vamos por el bosque pretendiendo encontrar una mariposa, nos
sentiremos frustrados si no la encontramos, pero si no buscamos nada, todo nos
sorprende y nos alegra. Se trata de eso, dejarnos seducir por la vida, mirar
con ojos tiernos, no con dureza de corazón.
Cualquier tipo de situación nos sirve y nos produce bienestar si lo
enfocamos desde la calma y la armonía interior. Todo aprovecha para nuestro
bien.
Se trata de decir sí a nuestra propia debilidad, a toda nuestra historia.
Sí a todo, tal como es, sin rechazar nada, porque todo ocupa su sitio, nada
sobra.
Al final el único criterio válido es si tenemos paz y alegría, en nosotros
y para derrochar a nuestro alrededor. La vida es una secuencia de momentos
enlazados, un entrenamiento continuado sobre el amor que dejamos que actúe en
nosotros, el que damos y el que recibimos.
Abundan los gestos de amor a nuestro alrededor, tenemos que saber verlos,
hacernos conscientes de ellos, y aprender a vivir plenamente agradecidos.
1 comentario:
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo, pasar por todo una vez, solo una vez y ligero,siempre ligero.
Gracias mamá por recordarme las cosas importantes de la vida y hacerme ver no soy protagonista.
Publicar un comentario