Dice Rumi que nuestro interior es como una casa de huéspedes, en la que
tenemos que dar la bienvenida de igual modo a la alegría como a la tristeza, a
la decepción como al éxito. “Sé
agradecido con lo que venga porque ha sido enviado como un guía del más allá”.
Aquel que ha hecho la filigrana de nuestro cuerpo y ha contado al milímetro
los latidos que nos hacen falta para que la sangre recorra los miles de
kilómetros de nuestras arterias y venas, día tras día, para oxigenarlo, también
nos proporciona a su tiempo una sabiduría que nos dice por donde debemos ir. Esa
sabiduría es nuestra maestra interior, nuestra luz. Siempre actúa.
Eso de recibir con alegría todo lo que sucede es un arte que se practica y
se aprende. Puede costar más o menos, se puede tener más o menos habilidad,
pero siempre hay que entrenarse. El resultado merece la pena.
Dicho de otro modo, se trata de vivir confiando. La frase estrella es: “Todo es para bien”.
Todo el tiempo que se nos concede de vida es a la vez de aprendizaje. Es en
las pruebas, los contratiempos, las crisis, cuando sacamos de nosotros mismos
fuerzas y recursos que ni sabíamos que teníamos. Cuántas veces las enfermedades
nos cambian la visión de la vida y nos hacen ser agradecidos y compasivos, por
tanto son oportunidades para crecer.
Esta sociedad nos grita que es el éxito y la salud lo único que vale, y nos
vende alegrías falsas y felicidades pasajeras, pero nuestro corazón vive
anhelando la luz duradera, el gozo que no acaba.
Esa luz y ese gozo los llevamos en nosotros mismos, y los descubrimos, cada
vez que nos aquietamos, en las cosas más sencillas de la vida.
1 comentario:
Cuanta paz transmites!
Ojalá seamos capaces de reconocer todas las oportunidades para crecer
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