miércoles, 21 de junio de 2017

Nuestro motor

La ternura, como fuente de agua sanadora, limpia los malos ambientes y quita las malas caras, y nos conduce al encuentro sincero con todos, porque es capaz de derretir el hielo que tiende a instalarse en los corazones.
La pereza, la desgana, la indiferencia, nos lo ponen difícil, pero siempre tenemos libertad para elegir caminos, para recuperarnos y resurgir ante las dificultades, que están puestas ahí por algo.
Luz del mundo somos todos, aunque a veces esa luz esté escondida debajo de problemillas cotidianos o asuntos aparentemente graves.
Pienso que nuestro asunto más grave es ese superego inflado que nos acompaña y que siempre quiere llamar la atención y estar en el centro de todo.
Cuando apartamos ese yo egoísta que tenemos, todo fluye, ya no tropezamos con nada. Es entonces cuando las dificultades se convierten en oportunidades.
Necesitamos escuchar unos de otros palabras de aliento y esperanza. Alimentarnos con gestos de acogida y unión. La ternura es nuestro motor, es la llave maestra que nos hace crecer, desde que nacemos y toda nuestra vida.
Este camino hacia la armonía y la purificación no lo hacemos solos, tenemos un Maestro interior que nos defiende y nos da el impulso que necesitamos.
Nuestra tarea será construir ese espacio cercano en el que merece la pena vivir, llenarlo de la misma ternura que nos brota del manantial inagotable que llevamos y encontrar la poesía necesaria para entender el mundo en clave diferente y atrevida.

No “más de lo mismo” sino alegría y milagro.

1 comentario:

Fr. Simón dijo...

Receta para convertir las dificultades en oportunidades muy
válida creo también

Convertirse

  La buena intención es necesaria en cada paso del camino, y también es nuestra luz más cercana, con ella aprendemos a vivir estando en paz ...