La ternura, como fuente de agua sanadora, limpia los malos ambientes y
quita las malas caras, y nos conduce al encuentro sincero con todos, porque es
capaz de derretir el hielo que tiende a instalarse en los corazones.
La pereza, la desgana, la indiferencia, nos lo ponen difícil, pero siempre
tenemos libertad para elegir caminos, para recuperarnos y resurgir ante las
dificultades, que están puestas ahí por algo.
Luz del mundo somos todos, aunque a veces esa luz esté escondida debajo de
problemillas cotidianos o asuntos aparentemente graves.
Pienso que nuestro asunto más grave es ese superego inflado que nos
acompaña y que siempre quiere llamar la atención y estar en el centro de todo.
Cuando apartamos ese yo egoísta que tenemos, todo fluye, ya no tropezamos
con nada. Es entonces cuando las dificultades se convierten en oportunidades.
Necesitamos escuchar unos de otros palabras de aliento y esperanza.
Alimentarnos con gestos de acogida y unión. La ternura es nuestro motor, es la
llave maestra que nos hace crecer, desde que nacemos y toda nuestra vida.
Este camino hacia la armonía y la purificación no lo hacemos solos, tenemos
un Maestro interior que nos defiende y nos da el impulso que necesitamos.
Nuestra tarea será construir ese espacio cercano en el que merece la pena
vivir, llenarlo de la misma ternura que nos brota del manantial inagotable que
llevamos y encontrar la poesía necesaria para entender el mundo en clave
diferente y atrevida.
No “más de lo mismo” sino alegría y milagro.
1 comentario:
Receta para convertir las dificultades en oportunidades muy
válida creo también
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