“La base de un cerebro
sano es la bondad, y se puede entrenar.” dice Richard Davidson. Él ha enfocado sus estudios
neurocientíficos en la amabilidad, la ternura y la compasión. Demuestra que una
mente en calma produce bienestar y cambia la estructura del cerebro en tan solo
dos horas.
Nos creíamos, porque así nos lo habían dicho, que nuestro cerebro estaba
totalmente formado e inamovible a los 7 años de vida. Hoy se sabe que se puede
actuar sobre los genes a cualquier edad.
A leer se aprende leyendo, no hay otra vía. Igualmente, la bondad se
aprende siendo bueno. Poniendo en práctica siempre el lado compasivo, la mirada
conciliadora, teniendo a punto la disculpa, disfrutando con la armonía,
impulsando la unión y la aceptación.
Ese entrenamiento llega a su madurez cuando te devuelven mal por bien. Es
entonces cuando podemos demostrar si esa bondad era solo aparente o está
arraigada en el manantial inagotable de donde procede, en lo profundo del
corazón.
La bondad siempre tiende puentes y une, lo contrario es crear división:
diávolo, diablo, el que divide.
A todos nos sienta bien la caricia, la sonrisa, el gesto amable. A nadie le
gustan las malas caras, la dureza en el trato. Nadie elige el desamor.
Ahora además nos han demostrado que la bondad tiene una fuerza increíble y
cambia nuestro cerebro para bien.
Me propongo entrenarme diariamente, para hacer la vida cómoda, agradable,
generosa, acogedora, divertida, esperanzada.
Me voy a dedicar cuidar al máximo esta joya que tengo, que es mi vida.
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