Muchas ataduras tenemos, nos aprisionan las cosas materiales, lo que
poseemos nos posee. También nos aprisionan ideas, juicios y prejuicios, que nos
endurecen el corazón y nos apartan de la actitud agradecida.
Pero siempre delante de nosotros aparecen personas de las que aprendemos,
que nos enseñan a llevar el día a día, incluso el sufrimiento, de otra manera.
La vida es un proceso de aprendizaje grandioso e imparable.
Con el manantial de la fe en el corazón, vivimos esperanzados y saludamos
con alegría todo, absolutamente todo, lo que nos sucede. De todo aprendemos. La
confianza en Aquel que nos diseñó al milímetro nos da la serenidad y la fuerza
que necesitamos para el camino.
Cuando nos desprendemos de todo, nuestra riqueza es inmensa, porque no
dependemos de las cosas. Sencillamente, las saboreamos.
Los hay que ponen en el platillo de las ofrendas unas monedas de su tiempo,
y otros, todo el tiempo que tienen para vivir. Ahí es donde tenemos que
encontrar nuestra posición personal: trabajar nuestra actitud abierta y
generosa, dar nuestra vida-tiempo, no guardarnos nada ni ser tacaños. Porque la
fuerza que pasa a través de nosotros no nos pertenece. La vida es un don, un
regalo.
“Aquellos que se han
superado viven en paz, tanto en el calor como en el frío, en el placer como en
el dolor, en el elogio como en la crítica. Para ellos, un puñado de tierra, una
piedra y el oro, son lo mismo. Son imparciales y por eso se elevan a grandes
alturas.” (Krishna).
Elevarnos sobre todos los barrotes que nos aprisionan para dedicarnos a
alabar. Y salvar nuestra mirada compasiva, la que nos hace sentirnos hermanos.
1 comentario:
Una piedra y el.oro... son lo mismo. Qué nivel
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