Somos pequeñísimos seres con un corazón de infinita profundidad. Somos
personas ancladas en un espacio y a la vez con alas. Débiles y poderosos. Barro
y luz, al mismo tiempo.
Enorme es nuestra dicotomía, pero no somos nosotros quienes hemos creado
este experimento de amor en el que nos movemos. Nuestra parte es contemplar,
aceptar, disfrutar. Y añadir a la existencia nuestra propia aportación, porque
somos creados creadores.
No podemos comprenderlo todo, o mejor, no entendemos nada, esa sería
nuestra mejor definición. Nos sentimos más cómodos cuando damos prioridad al
corazón. Entonces, seguimos sin entender, pero ya no nos importa, caminamos
confiados.
Y ante las grandes preguntas: la muerte, el mal, las injusticias, el
paraqué de todo… nos quedamos sin respuesta. Y nos agarramos a los grandes
mensajes: “Yo estaré con vosotros”. “Todo
estará bien”. “No tengáis miedo”.
Con ese empujón de confianza, seguimos caminando, sin entender, pero
sintiéndonos amados. Esa es la piedra preciosa: sentirse amado, por la que uno
vende todo cuanto tiene. Ese es el tesoro que custodiamos en nuestras entrañas.
Es nuestra única luz.
No hay diferencia entre unos seres humanos y otros. Solo que unos lo saben
y otros no, es decir, tener mayor o menor consciencia.
La consciencia de ese tesoro provoca cambios en mí, me vuelvo un
instrumento de esa luz que me utiliza para sus propósitos de amor. Por tanto,
yo también me convierto en enamorada. La ternura divina se adueña de mi
corazón.
Aunque sigo siendo débil, ignorante y pequeña, sé que el Amor más grande
dirige mi vida. Estoy a salvo.
1 comentario:
El Amor dirige mi vida porque somos amor. Estamos hechos así y cuando amamos, somos.nosotros mismos
Publicar un comentario