En nuestro pequeño mundo somos enviados para anunciar la buena noticia del
amor, la alegría y la bondad. Aparentemente no podemos abarcar más que a unos
cuantos seres, aunque, en realidad, no sabemos la trascendencia universal de
nuestros actos.
Para ir por la vida anunciando el Reino, como lo llamó Jesús, se nos regala
Espíritu, así ya no vamos solos, sino que un viento que es divino nos lleva y
nos trae. Solo hay que dejarse llevar.
Los problemas del mundo, que son tantos, los cargamos sobre los hombros, y
pensamos que es imposible para nosotros cambiar nada, detener guerras e
injusticias. Olvidamos que nuestro campo de acción está allá donde vayamos, ahí
tenemos que dejar nuestra huella personal, y nuestro sello de hermanos. Y, a la
vez, elevar nuestra oración continua por la paz.
Como decía alguien: “El misterio se desarrolla en la estación de metro”. Es
decir, en nuestro sitio habitual de vivir ocurre lo más grande y
extraordinario. Es muy importante ser conscientes de esto, para dejar la puerta
abierta al asombro y la gratitud. A la alabanza del corazón.
Recargar nuestro interior de paz y alegría, para sembrarlos a nuestro paso,
esa es nuestra principal tarea en esta vida. Independientemente del trabajo, la
situación familiar o las circunstancias personales que tengamos.
Pasar del miedo a la confianza, porque Jesús sigue soplando sobre nosotros
para que recibamos su Espíritu, que es nuestra única fuerza.
Vamos a escuchar a ese Espíritu que es el dueño de nuestra persona, vamos a
seguir su luz.
1 comentario:
asombro, gratitud y alabanza en lo cotidiano. Brava
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