domingo, 23 de abril de 2017

El desánimo

Una de las mayores tentaciones es pensar que estamos caminando solos, cada uno a su aire, dentro de su propia aventura personal. Sin rumbo, sin sentido.
No nos podemos imaginar el tejido de la vida, de todos los seres, de todos los tiempos, unido en un único objetivo o proyecto. No vemos el más allá de nuestras acciones y desvelos.
Es dura la vida cuando quieres cargar en solitario con el peso de todo sobre tus frágiles espaldas. Vienen entonces los “por qué a mí”, “para qué esto que hago”.
La primera consecuencia de esta tentación es el desánimo. Pensar que no puedes “cargar” con tantas cosas.
Al mismo tiempo que todo esto sucede… también hay veredas amables, momentos mágicos y amaneceres luminosos a lo largo del día, y hay que saber verlos llegar, apreciarlos, agradecerlos.
Con los ojos bien abiertos y el corazón atento escucharemos esa voz, esa melodía que va destinada exclusivamente a nosotros, porque nuestro enamorado nos conoce bien y sabe lo que necesitamos.
No taponemos nuestros oídos a las buenas noticias que nos llegan, no apresemos nuestros sueños ni sepultemos con basuras emocionales nuestra estancia más íntima, que es donde la vida nos declara su amor mediante la bendita paz de las entrañas. Ese es nuestro sitio verdadero, nuestra casa auténtica. Y va con nosotros allá donde vayamos.
Faena tenemos por delante para no dejarnos llevar por la tentación del desánimo, para poner las manos en el arado personal y trabajar con entusiasmo y dedicación nuestro propio campo interior.

Hasta dejar libre el acceso a ese lugar de máximo consuelo y honda alegría.

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