Es muy acertado comparar esta vida con un desierto, lugar increíblemente
bello, a la vez que árido y seco, donde se juntan el cielo con la arena, y
donde hay benditos oasis.
Cuenta Don Bosco que tuvo un sueño en el que se adentraba en un inmenso
rosal lleno de espinas. La gente a lo lejos decía: “Qué a gusto viaja Don Bosco, caminando sobre rosas y todo es fácil
para él”. “Pero no sabían qué dolorosos pinchazos estaba yo sintiendo en los
pies”.
Precisamente así es la vida. Rosas y espinas. La diferencia fundamental
entre los humanos, es que hay quien solo relata sus espinas y quien, con los
mismos pinchazos, pone su mirada y se dedica a ensalzar la belleza del rosal.
Un sueño muy clarificador es este, una muy buena enseñanza para todos nosotros.
En este rosal espinoso, en este desierto en el que me muevo, la misma luz
que yo anhelo es la que me guía y me atrae, me da consuelo, me cura heridas y
me muestra las sendas que he de recorrer.
Dice Jeff Foster: “Nada de lo que
suceda puede sacarte del camino. El camino ES aquello que sucede.”
Que la dureza de la vida no nos tape el cielo estrellado sobre nuestras
cabezas, ni nos impida el aroma de cada rosa. Esa dureza, unida a la belleza,
ya es el camino, van juntas.
Para ello, la actitud agradecida será nuestra mejor compañera de viaje.
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