domingo, 26 de febrero de 2017

Salvar a Dios

Muchas distracciones tenemos en el camino, demasiadas tentaciones de poner la mirada en lo accesorio y secundario, y de esta manera perdernos la esencia divina que tiene en nosotros su expresión más grande.
Tenemos tendencia a sacar a relucir lo que separa y divide, y olvidar lo que une y da sentido a todo lo que existe. Cuanto más dividimos y hacemos partes, más perdidos nos encontramos.
Si cuidamos el Amor, y practicamos Dios, entonces nos conectamos con esa Fuente de ternura que ha permitido que brotemos de ella.
Montemos vigilancia en nuestros pensamientos y deseos, para que siempre construyan y unan. No nos sumemos al carro tan tentador de las críticas y las descalificaciones personales, donde, por supuesto, siempre pretendemos quedar nosotros por encima.
Nuestra misión se convertirá en salvar la Bondad y la Belleza de la tierra, emplearnos a fondo en este proyecto ilusionante.
Salvar a Dios, para eso estamos aquí y dirigimos nuestra propia nave. Recoger los trozos descompuestos y devolverles su esencia sagrada tan solo con nuestro propio aliento y con nuestra mirada.
El amor siempre une y enriquece la vida, porque busca la mejora o la realización de todas las posibilidades del ser humano, tanto del que ama como del que recibe el amor. Aquel que no ama se empobrece y se apaga.

Salvar a Dios,
recoger restos olvidados,
tímidos reflejos,
y los trozos descompuestos
arreglarlos con mis manos.

Mimar la pobre esperanza,
darle firme apoyo y alas,
recoger todos los llantos
en mi regazo
y desbrozar la senda
del ser humano.

Salvar el mundo soñado,
diseñarlo
y adornarlo con pasión
tratar con cariño
a todo lo que hay creado.

Besar el suelo de mi planeta,
curarlo de sus tragedias,
de sus heridas,
acompañarlo en el tiempo del dolor
y del desgarro
y contagiarlo de mi energía.

Salvar la amiga palabra,
el camino interno
y el abrazo y el beso.

Trabajar para la paz del universo.

El tablero de la vida

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