Sabiduría significa saber y también sabor, dos significados que se
complementan. Seguramente es dar testimonio del sabor que tiene la vida para
cada uno, porque lo importante es encontrarle el gusto.
Cuanto más nos quitamos de en medio con nuestro egocentrismo, más la vida
se nos manifiesta tal cual es, porque ella ya tiene un plan para nosotros.
La mujer sabia, el hombre sabio, dan testimonio con su aceptación, con su
ser colaborador y creativo, con la fe que ponen en todo lo que hacen.
“Quizá haya una sola
condición para devenir sabio, para encarnar la vida conscientemente,
vitalmente: hacerse vulnerable a ella, exponerse a lo que nos trae, padecer lo
que nos ofrece: dejarnos tocar.” (Hugo Mújica).
A qué sabe la vida: a alegría y a dolor, a triunfos y pérdidas, a luces y a
sombras, a posibilidades sin límites. Y en todo ello hay una belleza que nos
podemos perder si escondemos la cabeza en el caparazón de la indiferencia y
cerramos los ojos a la realidad.
Aprendamos a vivir plenamente lo que nos toca vivir, con la mejor
disposición y con muchas sonrisas.
Ahora ya sé que para ser sabia tengo que saborear con todos mis sentidos:
beber y reverenciar el aire que me alimenta, escuchar las notas divinas que
suenan a través de mí, ver los cielos que iluminan mi caminar, oler el aroma de
cada momento, tocar y besar con emoción mi realidad.
Porque estoy viva, y la vida tiene el sabor que yo le quiera dar.
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