Cuando nuestro interior se vacía de superficialidades y añadidos, entonces
queda el universo-amor todo entero y nos sentimos bien.
Hay ayudas para llegar a ese vacío habitado que somos, por ejemplo
practicar bondad y paciencia. También meditar la vida y mirarla amorosa y
compasivamente.
Vamos a quitar culpas, mías y tuyas. Apartar rejas y barrotes, porque somos
de tamaño infinito, sin medida ni límites. Llevamos en nosotros todas las
posibilidades y cualidades.
Esa posibilidad de que todo se realice es nuestra raíz divina. Y no nos
hagamos problema sobre el cómo vamos a llevar a cabo nuestro proyecto personal,
porque la vida ya nos va abriendo los caminos que necesitamos. Solo tenemos que
mirar atentamente para verlo.
El corazón sincero y compasivo siempre nos indica qué es lo que tenemos que
hacer. Ese corazón es el que tenemos que cuidar.
Hay un relato que dice que de la naranja exprimida solo puede salir jugo de
naranja, porque eso es lo que hay dentro. Qué sale de mí cuando la vida me
aprieta, es decir, cuando vienen los conflictos. Se trata de hacer limpieza
interior para que ante las dificultades de la vida, de mí solo salga buena
intención y buen hacer.
Yo elijo mi modo de estar en el mundo. Yo permito que la bondad que ya está
en mí salga o quede tapada por egoísmos o rencores.
Dice Jesús: “¡Para el que cree, todo
es posible!”. Pero no nos acabamos de creer la fuerza que tenemos para
encender el mundo con ese fuego, o energía, que pasa a través nuestro.
A veces recibimos reprimendas del Maestro: ¡Gente de poca fe!. Tomo para mí las palabras del Evangelio: Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!
1 comentario:
Meditar la vida y mirarla amorosa y compasivamente
Publicar un comentario